“La Carta” es un ensayo poético y monólogo experimental dedicado a la indagación de las interacciones de fuerzas dentro del ámbito de las relaciones afectivas, así como una propuesta de reflexión crítica en torno al entrecruzamiento de poder - deseo - carencia - sumisión - historia. Tanto en términos de relaciones afectivas, como en interacciones de carácter romántico, la pieza explora nuestra existencia e involucramiento a través de la atracción, el erotismo y el placer y el consumo. ¿Cómo es manejada la fuerza del deseo en nuestra cultura? Convertimos el deseo en carencia, misma que debe ser mitigada con pequeñas y grandes ofrendas arrojadas con periodicidad constante a su hocico hambriento. Ofrendas de entretenimiento, compras o relaciones. La necesidad de callar la carencia a menudo nos lleva a convertir nuestros encuentros con otros seres en transacciones: una suerte de compra venta de afectos, compañía, tiempo y placeres.
La pieza busca introducir en el campo de posibilidades internas de las y los espectadores la visión revolucionaria del deseo planteada por Gilles Deleuze y Félix Guattari, la cual propone pensarlo y experimentarlo como una fuerza constructivista, creadora y productora de experiencias. En este sentido, deviene en el cuestionamiento de la ley en tanto operadora que introduce la falta en el flujo emergente del deseo. Por medio de las palabras recitadas, entretejidas con movimientos expansivos, acompañados por sonido retumbante y profundo, se construye un dispositivo en donde el deseo se puede empezar a conceptualizar y, en consecuencia, experimentar de modo diferente. Así, la pieza busca cuestionar el papel del sistema civilizatorio en la configuración de nuestra psique y en la formación de nuestros cuerpos, ¿de qué manera formatea lo que sentimos y cómo lo sentimos?
A través de esta puesta en escena, Pankina continúa con un largo trabajo de creación e investigación dedicado a explorar y problematizar los distintos fenómenos e intensidades que constituyen la experiencia vital. Cada uno y cada una de nosotros formamos parte del sistema civilizatorio conocido como ‘humanidad’ y llevamos dentro sus rasgos sistemáticos, por lo que somos los responsables de su constante re-producción. ¿Cómo encarnamos esos rasgos?, ¿Operando como elementos funcionales en ese gran mecanismo que nos lleva paso a paso a un futuro espeso de pronósticos siniestros?
La pieza incorpora recursos de texto recitado, danza, canto, técnicas expandidas de voz, diseño de arte sonoro, diseño de iluminación y escenografía; por lo que se vuelve una experiencia multisensorial única en su tipo, en donde el público es constantemente partícipe activo del proceso, consciente o inconscientemente. Un recorrido laberíntico que agrieta lo que reconocemos como familiar y plantea nuevas posibilidades vitales a través de las prácticas escénicas/performáticas. Mediante el uso de la voz, el sonido y la iluminación, se envuelve al espectador en atmósferas que se exploran de forma transdisciplinar, trasladándolo a lugares de percepción no-ordinarios; los cuales son desarrollados y acompañados por herramientas conceptuales de filosofía práctica.
No es casual la incesante búsqueda de Pankina por explorar e integrar distintos formatos y tradiciones creativas en su trabajo, pues para poder abordar y expandir nuestras concepciones y potencias vivientes es necesario desdoblar el territorio de la experiencia en todas sus posibilidades. La silueta que aparece y desaparece en las texturas del humo encarna la atención crítica ante la ley que mitiga nuestras intensidades, encajándolas en guiones de repeticiones automatizadas de reacciones y conductas. La ley bajo la cual reproducimos los escenarios dramáticos más básicos y normados de la cultura occidental, sacrificando la intensidad de lo singular. Denunciar, a través de líneas marcadas de luz roja que recorren el escenario junto con sonidos agudos que viajan dentro del foro, los regímenes bajo los cuales nuestras relaciones quedan atrapadas en quejas, reclamos, berrinches o juegos de poder.
¿Cuáles son las exigencias de poder de una ‘mujer’ y de un ‘hombre’?, ¿Cómo se relacionan y cómo se complementan?, ¿Cuáles son las dinámicas de esa danza constante?, y ¿Cómo se construyen los mismos roles de género a través de esas dinámicas?
La exploración escénica/performática va del texto hablado hacía texto cantado, a través de momentos donde las palabras se deshacen, las letras devienen en gritos y las texturas de la voz devienen en danza; transitando naturalmente por espacios de improvisación. La gestualidad teatral busca en momentos intensificar el material dramático y en otros contraponerse al mismo. El movimiento dancístico transmite el análisis de los supuestos que depositamos en cada parte del cuerpo. Las variaciones en tonalidad e intención del texto hablado son el hilo conductor para el espectador en este viaje desafiante.
La interpretación de la pieza es realizada en escena únicamente por la artista post-disciplinar Aliona Pankina, acompañada en vivo por una especialista en iluminación y una composición sonora original de Pankina adaptada para el sistema de audio disponible en el recinto. Una dimensión fundamental de ‘La Carta’ son las partituras gráficas que son colocadas en la parte trasera del escenario y que son manifestaciones de los distintos estadíos sensibles e intelectuales que se exploran en la obra. Los lienzos de gran formato son producidos por la propia artista y son el reflejo de los sonidos y los movimientos interiores de las sensaciones descritas en el texto dramático. En este sentido, la obra plástica es un ejemplo más de la propuesta por tomar distancia de lo que nos sucede y evitar ser solamente víctimas de las sensaciones que nos afectan. En su lugar, podemos dibujar sus formas y encontrar sus colores, trazar la pasión del pensamiento crítico creativo hacia una o uno mismo y abrir la posibilidad de extraer el arte y la filosofía de sus espacios institucionales y asumirlos en nuestras propias vivencias, en nuestra carne.
En términos metodológicos, además de la producción de obra (obra plástica, diseño sonoro, diseño de vestuario, etc.) que se entrelaza a través de la interpretación del texto dramático, la trayectoria de Pankina en el campo del performance y las artes vivas se hace presente en la manera en la que la artista hace coexistir los distintos elementos en cada presentación. Si bien el trabajo de dirección es central para definir las curvas dinámicas y expresivas de la pieza, el elemento interpretativo y de improvisación es una estrategia creativa que permite que la experiencia de la obra se mantenga en una constante actualización.
Las piezas de Pankina siempre son actos donde lo escénico es un proceso de exploración en tiempo real. Intentos de ‘penetrar’ la sensación o la idea a través del movimiento dancístico y vocal. Experimentación que implica una desarticulación del organismo (organismo también del arte, sistemas de referencias, ideas estéticas), un des-ordenamiento de los significados.
Dentro de una cultura de domesticación, donde las intensidades tan fuertes como de las que estamos hechos y hechas se encuentran constantemente bajo el intento de ser domadas, sometidas a la utilidad y normalización - es evidente la necesidad de proveer compañía a las experiencias excesivas que en nuestro mundo están siendo excluidas y rechazadas. Todas y todos somos seres frágiles. Todas y todos hemos sentido miedo, tristeza, culpa, y dolor del abandono. Nos hemos sentido expuestas a la crudeza de nuestra mortalidad, de nuestro Sinsentido.
La luz es uno de los elementos protagónicos de la pieza. Los recursos de iluminación transitan entre luz muy concreta que resalta lo objetual y acompaña la palabra hablada y texturas de luz que replican las texturas de obra plástica y se relacionan con texturas del sonido, creando así una experiencia onírica.
La iluminación se sincroniza con el movimiento de la artista y con la composición sonora, y deja entrever la pieza bidimensional primero por fragmentos y posteriormente en su totalidad .