El núcleo de la ardiente inquietud de esta carta gira alrededor de la fuerza arrastrante del deseo y los paradigmas culturales que la estratifican.
¿Cómo es manejada la fuerza del deseo en nuestra cultura? ¿Son el deseo y la falta verdaderamente inseparables? La obra realiza un ejercicio multisensorial delirante de la destrucción y reconstrucción de la razón. Cultivando la insistencia en pensar y sentir el deseo como una fuerza que va mucho más allá de la carencia: una fuerza constructivista, creadora y productora de experiencias.
La Carta explora el deseo y la voracidad vital en tensión con la ira histórica que atraviesa el cuerpo de una mujer. La ira relacionada con milenios de opresión y condescendencia que han acompañado y siguen acompañando a los cuerpos clasificados como “mujeres” en nuestra cultura. La obra muestra una mujer que deviene bes:a, un Ser fuera de definiciones que lo encasillan.
Mediante el uso de la voz, el sonido y la iluminación, se envuelve al espectador en atmósferas que se exploran, trasladándolo a lugares de percepción no-ordinarios; los cuales son desarrollados y acompañados por herramientas conceptuales de filosofía práctica: un recorrido laberíntico que agrieta lo que reconocemos como familiar y plantea nuevas posibilidades.
La Carta es un adentramiento en las intensidades sensibles de la Voracidad por Vivir. Exploración de la pasión, el entusiasmo y la insaciabilidad, de lo posible y lo imposible dentro del contexto cultural que nos atraviesa.

La obra escénica surge desde el interés de convertir el texto de una carta en el núcleo de una acción escénica transgresora. El núcleo de la ardiente inquietud de esta carta gira alrededor de la fuerza arrastrante del deseo y los paradigmas culturales que la estratifican. El poder y la sumisión, la dictadura de las narrativas del positivismo, y entre otros, el más predominante: la carencia y el dominio del consumo. ¿Cómo es manejada la fuerza del deseo en nuestra cultura? Convertimos el deseo en carencia, misma que debe ser mitigada con pequeñas y grandes ofrendas arrojadas con periodicidad constante a su hocico hambriento. Ofrendas de entretenimiento, compras o relaciones. La necesidad de callar la carencia a menudo nos lleva a convertir nuestros encuentros con otros seres en transacciones: una suerte de compra venta de afectos, compañía, tiempo y placeres. ¿Pero es el deseo y la falta verdaderamente inseparables? 
La Carta propone una aproximación actual y multisensorial a la teoría del deseo y la subjetivación que Gilles Deleuze y Felix Guattari desplegaron en el Anti-Edipo y Mil Mesetas, entendiendo el deseo como una fuerza que va mucho más allá de la carencia. La obra realiza un ejercicio delirante de la destrucción y reconstrucción de la razón poniendo a prueba el pensar y experimentar el deseo como una fuerza constructivista, creadora y productora de experiencias.

Esta puesta en escena continúa con un largo trabajo de creación e investigación dedicado a explorar y problematizar los distintos fenómenos e intensidades que constituyen la experiencia vital. Cada uno y cada una de nosotras formamos parte del sistema civilizatorio conocido como ‘humanidad’ y llevamos dentro sus rasgos sistemáticos, por lo que somos los responsables de su constante re-producción. ¿Cómo encarnamos esos rasgos?
El paradigma de genero, de la “mujer”- es un mecanismo milenario, encarnado en millones de mujeres. La memoria de millones de mujeres de todos los tiempos que tuvieron que abandonar sus quereres, aspiraciones, que han sido sometidas, controladas, violentadas - está imprenta en cada una de nosotras hoy en día. La Carta voltea la mirada hacia adentro: investiga al policía interno, a la ley que sujeta los músculos, al sistema interiorizado que nos impone toda una performatividad del genero: estratificando los sen:dos, proponiendo una organización jerarquizada de la experiencia. La Carta es una rebeldía ante esta estratificación, un des- ordenamiento de significados. Un acto de transición de un patrón mujeril (la captura de la identidad por un clásico paradigma de la “mujer carente”) a un Ser que se hace cargo y deja de ser sujeto. La obra muestra una mujer que deviene bes:a, un Ser fuera de definiciones que lo encasillan.

La pieza es una operación afirmativa que no busca negar los valores existentes, sino propiciar nuevas aperturas vitales, una invitación a explorar de manera tanto racional como experiencial las distintas posibilidades de nuestro devenir vital.
El retrato de la lucha interna de un ser humano configurado por la educación y los factores civilizatorios en su insistencia de enfrentar a lo Desconocido. El erotismo del encuentro con eso que transgrede, borra los límites y nos sitúa ante la la ausencia de referentes.
Mediante el uso de la voz, el sonido y la iluminación, se envuelve al espectador en atmósferas que se exploran de forma transdisciplinar, trasladándolo a lugares de percepción no-ordinarios; los cuales son desarrollados y acompañados por herramientas conceptuales de filosofia práctica. La exploración escénica/performática va del texto hablado hacía texto cantado, a través de momentos donde las palabras se deshacen, las letras devienen en gritos y las texturas de la voz devienen en danza; transitando naturalmente por espacios de improvisación. La gestualidad busca en momentos intensificar el material dramático y en otros contraponerse al mismo. El movimiento dancístico explora y analiza los supuestos que depositamos en cada parte del cuerpo.
Partituras que forman parte del escenario
Una dimensión fundamental de ‘La Carta’ son las partituras gráficas que son colocadas en la parte trasera del escenario y que son manifestaciones de los distintos estadíos sensibles e intelectuales que se exploran en la obra. Los lienzos de gran formato son producidos por la propia artista.

Esta obra plástica es un ejemplo más de la propuesta por tomar distancia de lo que nos sucede y evitar ser víctimas de las sensaciones que nos afectan. En su lugar, podemos dibujar sus formas y encontrar sus colores, trazar la pasión del pensamiento crítico creativo hacia una o uno mismo y abrir la posibilidad de extraer el arte y la filosofía de sus espacios institucionales y asumirlos en nuestras propias vivencias, en nuestra carne.
La luz es uno de los elementos protagónicos de la pieza. Los recursos de iluminación transitan entre luz muy concreta que resalta lo objetual y acompaña la palabra hablada y texturas de luz que replican las texturas de obra plástica y se relacionan con texturas del sonido, creando así una experiencia onírica.
La iluminación se sincroniza con el movimiento de la artista y con la composición sonora, y deja entrever la pieza bidimensional primero por fragmentos y posteriormente en su totalidad . 
IMPACTO E INTERACCIÓN
La Carta reflexiona sobre ciertos factores paradigmáticos que juegan un rol importante en la construcción de nuestra existencia. Un ejercicio escénico que busca comunicar ideas criticas y posibilidades existenciales que no solemos incluir interiormente como parte de nuestras potencias vitales. No-enseñanzas que no son transmitibles por medio de un aparato educativo tradicional ya que no pueden formar parte de un método.
La obra suele provocar tanto dudas y reflexiones de índole intelectual como impactos sensoriales fuertes. Por ende, como una continuación orgánica de la propuesta al terminar la presentación escénica se abre la posibilidad de una sesión de preguntas/respuestas con el público, empleando los mismos recursos utilizados en la propia obra para abordar las inquietudes que gestaron su creación. En este sentido, la artista propondrá micro ejercicios a modo de respuesta a las interrogantes, recurriendo a micromovimientos, vocalizaciones y la puesta de atención en sensaciones corporales - todo yendo de la mano con la respuesta intelectual correspondiente.
 
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